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"La película 'Madagascar' es lo peor que pudo haberle pasado a este país"

Madagascar es un país doblemente abandonado: Ha sido olvidado hasta la pobreza por su Gobierno y continúa ignorado por la comunidad internacional, que aún limita las ayudas que interrumpió como castigo por el golpe de Estado de 2009. La doble orfandad puede verse especialmente en zonas rurales como la región de Vakinankaratra (centro), donde más del 12% de los niños de hasta cinco años sufre malnutrición aguda. Además, en todo el país, casi la mitad de la población infantil padece malnutrición crónica.

Sin electricidad ni agua corriente, sin empresas privadas en las que trabajar o tránsito de personas a las que vender sus productos, los malgaches de esta zona viven de agricultura y ganadería de subsistenciaLas sanciones por el derrocamiento militar del presidente Marc Ravalomanana, hace seis años, ahogaron las esperanzas del país tras años de crecimiento económico, apoyado en gran parte en la ayuda internacional, que suponía el 40% del presupuesto gubernamental y el 75% de las inversiones públicas. El fin de la asistencia extranjera y el aislamiento económico aumentó el porcentaje de malgaches que viven con menos de 2 dólares al día del 69 al 92%, según datos del Banco Mundial (BM).

La práctica desaparición del Estado puede verse en Vakinankaratra, donde las aldeas están unidas por caminos de tierra solo transitables para vehículos todoterreno y a menudo completamente impracticables en la estación lluviosa.

Sin electricidad ni agua corriente, sin empresas privadas en las que trabajar o tránsito de personas a las que vender sus productos, los malgaches de esta zona viven de agricultura y ganadería de subsistencia, en unos pueblos de aspecto medieval donde es imposible adivinar la presencia de la Administración. Ravaoarimanana tiene 51 años y diez hijos, algunos de los cuales trabajan en la construcción en Antananarivo.

Vive, como sus vecinos del pueblo de Ampasika Nord, de los cultivos de boniato y arroz, y de los pollos y cerdos que crían en sus terrenos. Si necesita ir al médico, debe recorrer a pie los 16 kilómetros que hay hasta la paupérrima clínica de Ambatotsipihina, un trayecto que se tarda más de hora y media en hacer en todoterreno. "Tenemos solo cuatro camas. No tenemos electricidad y solo damos medicación básica", cuenta Noro Ravelomahatratra, la doctora de 30 años que dirige este centro médico que da servicio a más de 25.000 personas. Leves signos de esperanza Tenemos solo cuatro camas.

No tenemos electricidad y solo damos medicación básicaPese a la tregua política alcanzada en enero de 2014, cuando Hery Rajaonarimampianina juró su cargo como nuevo presidente después de unas elecciones aceptadas por la comunidad internacional, el desarrollo económico es aún una asignatura pendiente, subraya David Zounmenou, del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS).

"Instituciones como el Banco Mundial (BM), la Unión Europea (UE) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) han retomado su colaboración con el Gobierno, pero esperan obtener más garantías respecto a la estabilidad política o en la lucha contra la corrupción", advierte.

 Después de crecer al 7% un año antes de la crisis, la economía ha mejorado su ritmo de expansión tras tocar fondo en 2009, pero está lejos de recuperar la pujanza del período anterior.

"Dos años y medio después de las elecciones, Madagascar está tardando más de lo que todos esperábamos" en volver a la buena dirección, afirma Willem van Milink, representante del Programa Mundial de Alimentos. "Es el momento de despegar, pero aún no hemos visto el despegue. Hay muchas promesas, mucho potencial, pero tenemos que ver resultados concretos", agrega.

El salario mínimo oficial es de menos de 50 eurosLas imágenes de desesperación son también evidentes en la capital, Antananarivo. Una legión de vendedores ambulantes ofrecen frutas, verduras o simplemente un par de zapatos u otras de sus posesiones para reunir dinero para comer hoy. Por la noche, el centro de la ciudad se llena de adolescentes en minifalda a la caza de extranjeros con los bolsillos llenos.

"Es suficiente darse una vuelta por Antananarivo para ver la pobreza extrema en que vive la gente. 

El salario mínimo oficial es de menos de 50 euros", cuenta Van Milink, que califica lo que ocurre en el país de "crisis silenciosa". El aislamiento geográfico, y la naturaleza pacífica del pueblo malgache, que no da grandes noticias internacionales con protestas violentas o revoluciones, son, a su juicio, los principales factores de esta invisibilidad. "La película Madagascar es lo peor que pudo haberle pasado a este país", lamenta Van Milink, que cree que la bucólica cinta de Disney puso a este país en el mapa "por las razones equivocadas".

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