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Escritor Fernando Soto Aparicio confirma que tiene c谩ncer

Fernando Soto Aparicio es autor de m谩s de 25 obras literarias entre las que se destacan las cl谩sicas “La rebeli贸n de las ratas”, “Mientras llueve”, “Los funerales de Am茅rica”, entre otros.

En un breve pero contundente mensaje el octogenario escritor, de Santa Rosa de Viterbo, en Boyac谩, dice que ante las preguntas que ha suscitado su reciente obra “Bit谩cora de un agonizante”, explica que padece c谩ncer pero que esto no significa que se dejar谩 vencer por lo que representa y que seguir谩 viviendo intensamente.


Mensaje de Fernando Soto Aparicio:

Me ha tocado (no en suerte; tampoco s茅 si en desgracia) una de esas enfermedades irreversibles y perversas (un c谩ncer agresivo y cruel). Este tiempo lo he dejado plasmado en "Bit谩cora del agonizante" como testimonio po茅tico de mi paso por el dolor. Yo, como todos los seres humanos, amanezco siempre con un d铆a menos de vida, pero voy a vivir hasta el 煤ltimo instante, hasta el aliento final. Esta es mi respuesta a las preguntas que se han suscitado desde muchos de mis contactos en facebook. Gracias por sus buenos deseos, gracias por sus oraciones, gracias por toda la energ铆a Universal conque me rodean... y un abrazo bien fuerte (porque el c谩ncer no es contagioso).

Poema mencionado y tomado de su perfil en facebook:

BIT脕CORA DEL AGONIZANTE.

PANAMERICANA EDITORIAL. NOVIEMBRE 2015.

UMBRAL PARA LA ENTRADA

Las mujeres que iluminaron los pasos de mi vida, son las mismas que est谩n acompa帽谩ndome en los pasos dif铆ciles de mi agon铆a.

Esas mujeres son centenares, y viven en las p谩ginas de mis libros. Desde ese lugar privilegiado, a donde no llega el olvido, han alumbrado los rincones oscuros de millones de lectores, se han compenetrado con ellos, se han incorporado a la realidad de la ficci贸n, que es m谩s trascendental que la realidad de lo cotidiano.

Con el paso del tiempo, las personas se van desdibujando. Pero los personajes de los libros son eternos.

Ellas entonan mi canto con el mismo resentimiento, la misma resignaci贸n y la misma amargura. Est谩n acompa帽谩ndome en la desesperanza y la maldici贸n, en la esperanza y la blasfemia, en el padecimiento y el llanto silencioso y escondido. Ellas se quedan sentadas a la orilla de mi lecho en las noches interminables del sufrimiento, y descorren las cortinas del cielo para que amanezcan los minutos de la conformidad y la confianza.

Esas mujeres que nacieron de mi costumbre de mirar todas las dimensiones de la vida, de mi disposici贸n para o铆r millares de confidencias y de frustraciones; esas mujeres que son la suma y la multiplicaci贸n de mujeres de carne y hueso y alma y pasi贸n, que hacen a diario una existencia anodina y que de repente cobran perfiles que las convierten en hero铆nas o m谩rtires; esos seres profundamente valiosos, c谩lidos, cercanos, idealizados y fraternos, contradictorios y magn铆ficos; esas mujeres que desde las p谩ginas de mis libros se han convertido en s铆mbolos, en representaci贸n viva de todos los pecados y todas las virtudes, son las que ahora me ayudan, me sostienen, me animan, lloran a mi lado, y conmigo esperan aun cuando ya no queda una esperanza.

La muerte y la vida son hermanas gemelas, que avanzan de la mano. La una no existe sin la otra. Vemos a la vida como un amanecer permanente, una cosecha de duraznos, la clarinada de los gallos en el comienzo de la alborada, el primer beso que nos sacude cuerpo y alma. Y a la muerte como un foso oscuro en cuyo fondo no sabemos si existe el agua; o un t煤nel que puede tener una entrada pero que quiz谩 jam谩s podr谩 tener una salida, o un adi贸s que no tendr谩 retorno, o una noche para la que no existir谩 la madrugada.

Morir es lo m谩s cierto de la vida. Pero no es justo que para llegar a la muerte se obligue a los seres humanos a un sufrimiento desmedido. ¿Qu茅 sentido tiene el dolor? Ninguno: es absurdo, es abusivo, es una maldici贸n que no debe caerle encima a una persona indefensa. Morir deber铆a ser, para el que muere, tan f谩cil como nacer, para el que nace. Despu茅s del nacimiento queda el milagro maravilloso de la vida. Despu茅s de la muerte, ¿qu茅? ¿Y para qu茅 esa antesala p茅rfida y s谩dica del dolor?

Me ha tocado (no en surte; tampoco s茅 si en desgracia) una de esas enfermedades irreversibles y perversas. Pero voy a vivir hasta el 煤ltimo instante, hasta el aliento final, hasta el postrer destello. ¿Despu茅s? No sabremos, nunca sabremos, si habr谩 un despu茅s.

En cada uno de los Salmos que jalonan este peregrinar por un almanaque de dolores y rebeld铆as, de un inevitable conformismo y de la rabia sorda y resentida del que s贸lo naci贸 para empezar a morir, he colocado la voz de una o de varias de las mujeres que surgieron de mi imaginaci贸n, y que fueron afirmando su vida en cada una de las novelas, los cuentos o los poemas que escrib铆. Al comienzo de cada Salmo hago de cuenta que lo declaman las mujeres que han sido mis compa帽eras, c贸mplices, confidentes, amantes, hermanas. No figuran todas –en realidad, esas presencias femeninas que sostienen el peso dram谩tico de los 70 libros que he publicado son m谩s de trescientas. Pero estas voces elegidas sirven para acompa帽arme en los d铆as grises y melanc贸licos –y nost谩lgicos, porque nostalgia es una de las palabras m谩s bellas de nuestro idioma- de mi agon铆a.

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