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Las primeras pistas de otra partícula de Dios

Es posible que esta semana usted, navegando en internet, se haya tropezado en varias ocasiones con titulares como este: “La nueva partícula de Dios”. O como este otro: “Descubierta una nueva partícula más pesada que el bosón de Higgs”. Titulares que lo deslumbrarían si usted tuviese alguna cercanía con la física o si recordara que esas palabras son el resultado de una de las mayores empresas científicas emprendidas por el hombre: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), ese túnel de 27 kilómetros de perímetro que está escondido 100 metros bajo la frontera entre Suiza y Francia y que busca reproducir condiciones similares a momentos después del Big Bang.

La razón por la que estos artículos se reprodujeron con rapidez, es porque esta semana, después de un período de mantenimiento y mejora entre 2013 y 2014, el mundo volvió a tener noticias de ese gran experimento que algunos comparan con la llegada de Neil Armstrong a la Luna. En la sede de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), científicos de los dos grandes detectores del LHC, (ATLAS y CMS) presentaron los hallazgos de las colisiones que lograron desde abril de este año.
Entre esas presentaciones, en medio de un auditorio abarrotado, dieron a conocer algo que hoy tiene contento a más de un físico: la probable existencia de una nueva partícula desconocida cuya masa es seis veces mayor que la del bosón de Higgs, esa pieza que el mundo celebró en 2012 y que representó un hito en la comprensión de nuestra naturaleza. Era la pieza faltante para entender el modelo estándar de la Física (que es el que reina desde la década del 60) y que, en palabras de Carlos Sandoval, ayuda a entender cómo funciona el universo en su escala más fundamental.
Sin embargo, él, colombiano, físico de la U. Nacional, PhD de la Universidad de Hamburgo (Alemania) y vinculado al experimento Atlas (uno de los dos que permitieron el hallazgo del bosón de Higgs), prefiere hablar con cautela en esta ocasión. ¿La razón? Aún es demasiado pronto para asegurar la existencia de la nueva partícula. “Lo que estamos observando puede ser fruto de una fluctuación estadística, aunque la misma anomalía haya sido observada en los dos experimentos”, dice Sandoval, también profesor de la U. Antonio Nariño.
Él, como su colega Germán Carrillo (físico, miembro de Atlas, PhD del Swiss Federal Institutes of Technology e investigador del CERN), prefiere incluso no llamar partícula a esa rareza que se originó en los recientes resultados del colisionador, que esta vez contaron con el doble de la energía. “Es una fluctuación pequeña. Y aunque aún no podemos asegurar su existencia no deja de ser interesante. Eso nos da indicios del trabajo del próximo año”, explica Carrillo
Tanto Sandoval como Carrillo hablan del tema con reserva. No quieren generar falsas expectativas ni dar pie a noticias erradas. Un descubrimiento como ese, dicen, podría ser, incluso, más importante que la llamada partícula de Dios. Sería la puerta de entrada a un terreno inexplorado que nos ayudaría a entender el porcentaje del universo del que no sabemos nada. Hoy solo conocemos el 5 %. En otras palabras, sería el primer paso para el estudio de una física nueva. Y eso, complementa Sandoval, “resulta emocionante. Por eso hay que tener un cuidado inmenso”.
En términos más técnicos, esa masa de 750 gigaelectronvoltios (seis veces mayor que el Higgs) sería una pista para explicar otras teorías que los físicos han tratado de comprobar por décadas y que son una extensión del modelo estándar. La más popular es la de la supersimetría, que asegura que cada partícula conocida tiene una gemela desconocida. Sin embargo, como cuenta Carrillo, para explicar esas complejidades aún hace falta un camino larguísimo por recorrer, en el que habría que tener evidencia de nuevas partículas.
“Y para comprobar la existencia de una nueva partícula, la probabilidad de que sea una fluctuación debe ser una en tres millones y medio. En el caso de la masa que ha generado tanto revuelo, esa probabilidad es de uno en cien. Es decir, es una evidencia muy insípida”, aclara Carrillo.
Pero lo cierto, como afirman ambos científicos, es que es este hallazgo es una pista de las verdaderas noticias que tendrá el mundo en 2016. Entre las últimas semanas de julio es posible que la comunidad científica se vuelva a sacudir cuando aparezcan los nuevos resultados del LHC. De comprobarse los indicios de esta semana, dicen Sandoval y Carrillo, estaremos ante algo mucho más grande que la llamada “partícula de Dios”.