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“Los campesinos son los más vulnerables al cambio climático”

Las altas temperaturas que azotan el territorio nacional han exacerbado las carencias y desatado verdaderos dramas sociales. ¿Se ha ensañado la naturaleza contra nosotros? ¿O es la falta de previsión y gestión de los recursos naturales lo que facilita que fenómenos climáticos como El Niño afecten la calidad de vida de los colombianos? Consultamos a Ernesto Guhl, exviceministro de Medio Ambiente y director del Instituto para el Desarrollo Sostenible Quinaxi, quien realiza un balance sobre la política que ha regido el agua en el país.

¿Qué tantos recursos hídricos tiene el país?
Colombia tiene la fortuna de ser uno de los escasos países que cuentan con una disponibilidad excepcional de agua. Sobre nuestro territorio llueve en promedio el doble que en América del Sur, que es el continente más lluvioso, y el triple del promedio mundial.
Entonces, ¿por qué hay habitantes del territorio nacional que mueren de sed?
Se debe a un problema de gestión más que a una carencia natural de agua. El territorio tiene zonas superhúmedas hasta secas y una enorme variedad ecosistémica y climática. Aunque debe existir un marco nacional de política sobre gestión del agua y apoyo técnico y financiero para desarrollarla, el abastecimiento y la conservación del agua son temas absolutamente regionales y locales. También hay que mencionar que, en lo relativo al agua, el diferencial urbano-rural es enorme. Los campesinos son los más vulnerables a las variaciones y cambios climáticos.
¿Qué se necesita para que las personas comprendan la importancia del cuidado del agua?
Debemos construir una nueva relación entre la sociedad y el agua, que se entienda como un bien público vital y esencial para el desarrollo, que todos debemos cuidar y aprovechar. Esta relación corresponde a una visión de largo plazo, basada en una ética diferente y respetuosa de la naturaleza, que tenga claro que formamos parte de ella y dependemos de ella para vivir y progresar.
¿Contamos con recursos para conservar los ecosistemas?
Los instrumentos para generar recursos para la conservación de los ecosistemas y descontaminar el agua, que deberían pagar los contaminadores, son tan bajos que se vuelven inútiles. Así, el valor de la tasa por uso del agua se redujo en los últimos años, fomentando el despilfarro, y actualmente no supera un insignificante valor del orden de $5/m³.
¿Qué sucedió con el Plan de Desarrollo?
El plan vigente intentó revivir este instrumento, pero eso no fue aprobado. Con esos niveles de tasas, es imposible asegurar la disponibilidad de agua suficiente y limpia para el futuro.
Entonces, ¿qué está pasando con la gestión del agua?
Mientras que la gestión del agua se ha vuelto más integral en el mundo, Colombia lamentablemente no ha seguido ese proceso y, por el contrario, sigue siendo sectorial, desintegrada y reactiva.
¿Qué entidades participan en su gestión?
Muchísimas entidades que no articulan sus planes, sus necesidades, ni sus recursos. Por ejemplo, el agua potable se maneja desde el Ministerio de Vivienda y el agua “rural” y natural desde el de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Los municipios y las CAR tienen responsabilidades con respecto al agua, pero la coordinación entre ellos es insuficiente. Existe una intrincada maraña de planes e instrumentos que pretenden racionalizar la gestión del agua, pero lo que logran es volverla confusa e inoperante.
¿Cuánto se ha avanzado en ese aspecto en los últimos años?
Poco. Recordemos que hace cuatro años vivíamos una emergencia por el exceso de lluvias y hoy la sufrimos por lo contrario.
¿Cuál es su propuesta?
Utilizar la gestión del agua como un poderoso instrumento para generar territorios sostenibles, que es en último término lo que debemos buscar como meta colectiva. No simplemente centrarnos en los consumos del sector urbano, que tan sólo repercute en el 7% del consumo total, sino buscar la contribución de todos los sectores, sobre todo el agrícola.
¿Están en riesgo esas fuentes de agua en la capital del país?
La urbanización desordenada, que se come la sabana de Bogotá y sus cercanías, es un terrible factor de presión y deterioro del agua. Sería bueno que las autoridades verificaran el estado de las plantas de tratamiento de aguas residuales de los municipios y de las urbanizaciones campestres, y fomentaran el ahorro y la reutilización del agua.