“Primero, pasé los dedos delicadamente entre sus dorados cabellos, acaricié su rostro y la miré fijamente a los ojos. Algo dentro de mà se encendió por la manera en que me miraba; habÃa en sus ojos un profundo vacÃo que rogaba clemencia, y al mismo tiempo un terror como nunca habÃa visto antes. Tomé su cuello suavemente y enseguida besé sus labios; ella se resistÃa al principio, pero abrà el camino de su garganta con mi lengua y la presión de mi mano en su nuca la obligaron a que cediera. El sabor a bilis en su boca me provocó náusea, pero también me excitó demasiado. Procedà entonces a estrangularla suave, muy suave, embelesado por su piel que cambiaba de color lentamente y por sus labios azulados temblorosos. Apretaba más fuerte conforme sentÃa acelerar mi ritmo cardÃaco; su afonÃa y mi agitada respiración era lo único que se escuchaba en la habitación.
De pronto, perdió la consciencia y cayó como fardo al piso. La tomé del brazo y la arrastré hasta el cuarto de al lado, la coloqué sobre la cama, me desnudé y quité también sus ropas con sumo cuidado: desabroché los seis botones de su blusa y descubrà sus pálidos pechos; bajé sus pantalones y me percaté de que la puta se habÃa meado. La amarré a la cama, porque podÃa despertar en cualquier momento y yo no querÃa que interrumpiera mi trabajo con su zangoloteo. Tomé las tijeras de pollero y me acerqué a ella. Corté sus pezones y luego el clÃtoris, y se los refundà en el hocico. Bebà su sangre virgen, rico elixir de mi juventud, y me embadurné con ella por todo el cuerpo. Luego agarré el bisturà e hice un corte impecable desde su esternón hasta el pubis, cuando de pronto se inundó el ambiente con sus gritos. Tuve que cortarle la lengua para que dejara de articular palabra alguna y la amordacé con un pedazo de tela. Empecé a sacar delicadamente sus intestinos y para entonces ella volvió a desfallecer. Ya no despertó”.
Matar no es un crimen, es un arte, es el lema de muchos asesinos seriales. Cada uno de ellos tiene técnicas particulares, pulidas a lo largo del tiempo con cada una de sus vÃctimas. Algunos podrÃan decir que se trata de un estudio anatómico, de un work in progress que nunca culmina. Los llamados ‘asesinos seriales organizados’ poseen un coeficiente intelectual mayor a la media, planifican sus crÃmenes metódicamente y se enorgullecen de ellos como si fueran maravillosas obras de arte. De hecho, famosos asesinos como Richard Clarey, Charles Manson y Arthur Shawcross también eran afectos de las artes visuales y hasta demostraron cierto talento en su obra. Muchos otros también hicieron evidente su inclinación por el dibujo y la pintura, y su trabajo es el reflejo de una mente trastornada. Conoce la escalofriante obra de los más brutales asesinos seriales.
Richard Ramirez, “The Night Stalker” violó y torturó a más de 25 vÃctimas en un perÃodo de dos años. Asesinó a más de 12.
Charles Manson
Técnicamente, él no asesinó a nadie; sin embargo, fue conocido por liderar al grupo de seguidores “Familia Manson”, culpable del asesinato de siete personas.
Ottis Elwood Toole
Acusado de asesinato, violación y canibalismo, Ottis Toole cometió su primer crimen a la edad de 14 años. Fue cómplice de Henry Lee Lucas, juntos afirmaron haber cometido cientos de crÃmenes.
Richard Clarey
Richard Clarey asesinó a tres personas en toda su vida; sin embargo, se especula que el número es mucho mayor a lo que se conoce.
Keith Hunter Jesperson
Keith Hunter Jesperson, “Happy Face Killer”, afirmó haber asesinado a más de 160 personas, pero sólo ocho muertes han sido confirmadas. Recibió su apodo por firmar las cartas a los medios con caras felices.
John Wayne Gacy
John Wayne Gacy violó y asesinó alrededor de 33 niños mientras vestÃa de payaso. Enterró a la mayorÃa de sus vÃctimas debajo de su casa.
Henry Lee Lucas
Henry Lee Lucas afirmó haber asesinado a más de cien mujeres y cometido canibalismo con algunas de ellas, aunque se estima que mató a mas de 600. Se sabe que desde niño tuvo relaciones sexuales con animales y asesinó a su propia madre a los 23 años.
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