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Este rasgo de personalidad asegura una vida larga (y posiblemente feliz)

¿Cuál es el secreto de la longevidad? ¿Es la dieta o el ejercicio físico? ¿El consumo de determinado tipo de alimentos o las relaciones personales significativas y duraderas? ¿O acaso la genética o habitar en determinados lugares, como han sugerido algunos?
Este rasgo de personalidad asegura una vida larga (y posiblemente feliz)
De acuerdo con un estudio realizado por Margaret L. Kern y Howard S. Friedman (de las universidades de Melbourne y California en Riverside, respectivamente), el verdadero secreto de una vida larga y posiblemente feliz es un único rasgo de personalidad, esto es, un componente de la psicología y la conducta del individuo.Pauta con Radio Chécheres 
Dicho rasgo es la toma de conciencia. Dicho así parece escueto, pero en realidad se trata de una capacidad mucho más amplia de lo que solemos creer, y también muy poco desarrollada. 

Como han observado diversos pensadores e investigadores a lo largo de la historia, lo más común es que el ser humano viva sujeto a su inconsciente, esto es, a ideas sobre la realidad y la vida que nunca ha explorado o cuestionado pero que, aun así, utiliza sin darse cuenta para tomar o evitar decisiones y acciones en su existencia.

¿Por qué, por ejemplo, aunque muchas personas saben que una dieta saludable es fundamental para preservar la salud, parecen incapaces de comer más frutas y verduras, o de beber más agua? ¿Por qué las personas fuman, incluso a sabiendas de los daños que el tabaquismo ocasiona? ¿Por qué se bebe alcohol en exceso? ¿Por qué cuesta tanto abandonar un estilo sedentario de vida?

En buena medida, todas esas dificultades están asociadas con los aprendizajes subjetivos que cada persona acumuló a lo largo de sus primeros años de vida, mismos que se desarrollaron al hilo de al menos dos circunstancias específicas que los vuelven inconscientes: los recursos cognitivos todavía incompletos de la niñez y, por otro lado, la relación de dependencia hacia la figura que cuida del niño.

La toma de conciencia, en ese sentido, es un proceso que por definición va a contracorriente y que, por ello mismo, no todas las personas emprenden. Ir en contra de lo aprendido no es únicamente poner en duda ideas o suposiciones, lo cual es relativamente sencillo, sino también ir en contra de una cultura, un contexto social e histórico y, más difícil aún, en contra de personas a quienes nos unen lazos afectivos (como es el caso de los padres u otras figuras tutelares afines).

Sin embargo, como sugirieron Immanuel Kant y René Descartes (entre varios otros), la “mayoría de edad” se alcanza cuando el ser humano es capaz de usar verdaderamente su capacidad de razonar, esto es, cuando es capaz de distinguir entre las ideas heredadas y aquellas que se formó con su propio juicio (al respecto puede consultarse el ensayo ¿Qué es la Ilustración?, de Kant, y la primera parte del Discurso del método, de Descartes).

En el caso del estudio que reseñamos, los investigadores analizaron estadísticas y otras investigaciones relacionadas con el estilo de vida de 8 mil 900 personas alrededor del mundo, en relación con distintos indicadores de personalidad. 

En sus observaciones encontraron que el rasgo conceptualizado como la toma de conciencia se encuentra vinculado a una mayor certeza en la predicción de la esperanza de vida de una persona, así como hábitos de vida más saludables y, por último, a una inclinación de la persona a encontrarse en contextos personales y sociales positivos (por ejemplo, trabajos satisfactorios, relaciones de pareja estables, etcétera).

Los beneficios, sin duda, son mayúsculos, pero como señala Margaret Kern, uno de los principales desafíos que la toma de conciencia enfrenta, en tanto rasgo de personalidad, es que sus efectos no suelen ocurrir en lo inmediato. 

De ahí también que muchas personas se desalientan cuando emprenden el proceso de tomar sus propias elecciones, cometer sus propios errores y, en general, vivir de acuerdo a los principios elegidos. Ante la falta de resultados favorables, pareciera que es mejor vivir de acuerdo a lo que siempre se ha hecho que intentar cosas nuevas, poner a prueba nuevas premisas y arriesgarse a actuar de otro modo.

Sin embargo, como señala el estudio, a largo plazo los resultados de bienestar parecen encontrarse siempre entre quienes son capaces de encarar dicho proceso, que conduce a vivir como personas responsables de sí mismas.

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