Quiero dormir mil años, y que se me vaya toda tristeza.
— 𝐔𝐫𝐬𝐮𝐥𝐚 (@UrsulaBahillo26) February 7, 2021
Pero hoy los festejos y la alegría quedaron atrás. Lo que hay ahora en Plaza Lavalle, frente a Tribunales es, de nuevo, la indignación mezclada con tristeza, duelo y militancia. Porque en la agenda feminista, que todavía es larga, las violencias machistas que tienen en los femicidios uno de sus peores rostros son tarea urgente.
"Basta de matarnos", dice uno de los lemas que más se repite en las romerías femeninas que se acercan desde todos los puntos cardinales. Porque esta, ya lo sabemos, es una lucha colectiva.
Las pancartas reflejan una cadena de denuncias y demandas: "La Policía no me cuida; me cuidan mis amigas", "Exigimos una reforma judicial feminista", "Quiero ser libre, no valiente", "No más muertes por femicidios".
A juzgar por las estadísticas, suena difícil encontrar un antídoto contra esta epidemia. Tan solo este año, en Argentina han matado a 47 mujeres. Significa una cada 29 horas. Las cifras no han cambiado significativamente desde que los femicidios comenzaron a contarse oficialmente.
El Estado es responsable
Bahillo denunció varias veces a Martínez, pero no sirvió de nada. La burocracia y falta de recursos humanos y económicos de comisarías y centros para la mujer quedaron otra vez en evidencia cuando la mataron. "Si un día no vuelvo, hagan mierda todo", llegó a escribir en sus redes sociales. Sabía que su vida corría peligro.
Por eso la indignación es todavía mayor. Porque el Estado la desprotegió por completo.
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