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Una alcaldesa vergonzante

Una alcaldesa vergonzante



“Es evidente que Claudia nunca se sintió orgullosa de su cuna, de su madre como maestra; de Nayibe como su segundo nombre; de su colegio como casa…”.

Por: Lucero Martínez Kasab (@lucerokmartinez)

Claudia López, actual alcaldesa de Bogotá, irrumpió en la escena política con gran fuerza y optimismo demostrando una sólida confianza en sí misma que fue atrayendo a quienes serían sus electores unos años después. Fuerza y confianza que la gente sometida durante largo tiempo al maltrato político ha ido perdiendo; esos son los peldaños con los que el pueblo contribuye para que un candidato ascienda al poder político. Igual que una persona que en su afán de salvarse de unas aguas turbulentas se agarra de lo primero que sus manos alcanzan, un pueblo también se prende de las promesas que le salvará la vida, del sufrimiento por conseguir los alimentos, el abrigo, la casa sin tener tiempo de pensar; lo urgente es sobrevivir.

Y, es ahí, donde el candidato que ha estudiado el electorado como la fiera que conoce los pasos de su presa, le salta encima sin darle tiempo a la criatura de huir. La tomará por el cuello y así lucharán hasta que uno de los dos venza. Si la presa pierde, pierde la vida; pero, si es la fiera la que pierde no pierde nada; ya hallará otra víctima. Así, atenazados por el cuello por los malos políticos van muriendo en los hospitales los pobres, los muchachos y muchachas en las revueltas de las calles y los indefensos a merced de las balas.

Los llamados coach, entrenadores, especialistas en técnicas de motivación para que las personas alcancen sus metas en este mundo competitivo, tienen muy bien tipificado que hay que hurgar en la vida íntima de sus clientes para encontrar el dispositivo psicológico que disparará sus comportamientos hasta donde les llegue le ambición. Tienen bien sabido que las historias de humildad, escases de comodidades y sufrimiento detrás de alguien que supuestamente está saliendo adelante en cualquier campo profesional, es un excelente punto para ser explotado a la hora de convencer al mismo cliente de las fortalezas que posee y de convencerlo, además, de que ese es un aspecto fundamental que debe utilizar como parte de su presentación ante cualquier escenario, una reunión de amigos, una cita de trabajo o el lanzamiento en una campaña política.

Difícil saber si la alcaldesa Claudia López recurrió a algunos de estos gurús del éxito, pero, si resulta muy evidente que, de manera calculada recurrió a esos trucos para hacerse notar ante un electorado inmenso como el de Bogotá. Su historia fue convincente, se le vio sincera, sencilla y, sobre todo, combativa; tal y como lo desea un sector de los electores. A estas alturas de tantos estudios del comportamiento humano ya es corriente saber que, la mejor estrategia para integrarse a un grupo y después hacerse elegir como líder es parecerse a sus integrantes y decir que les cumplirá todos los deseos; es casi como acercarse a un niño. Lo imperdonable, es que el elector adulto resulte ser tan ingenuo una y otra vez.


De Claudia López convenció el supuesto orgullo de venir de un hogar humilde, de una madre maestra y de un padre campesino. Tal vez la que convenció fue su madre quien sí se veía auténtica. De su padre poco habla, un lado en penumbras en la vida de la alcaldesa.

Tuvo la suerte que su madre fuera maestra, eso le garantizó la educación, porque los maestros gozan de ciertas prerrogativas para el estudio de sus hijos en las instituciones educativas donde trabajan. Luego de la separación de sus padres, su madre y ella se fueron a vivir al colegio donde trabajaba la señora María del Carmen en Engativá (1). Pero, ¿cómo habrá sido para Claudia vivir en el mismo colegio donde estudiaba y su madre trabajaba? ¿Cómo se habrá sentido frente a sus compañeritas de colegio que sí tenían padre y casa donde vivir en una sociedad que se detiene en esas comparaciones sin importar el estrato social? Su biografía no lo cuenta.

Para salir de la pobreza, Claudia, eligió el camino de una carrera universitaria que gracias a la educación pública de Colombia la pudo cursar, acceder a un crédito para posgrado y desde ahí aplicar para una beca de doctorado en el exterior. La localidad de Engativá donde vivió Claudia con su madre dentro del colegio es, mayoritariamente, estrato tres (2). La primera casa que compró su madre fue en Ciudad Bolívar, un sector popular de Bogotá estrato uno en un 53%; el tres es el mayor estrato con sólo un 5.4% (3). Inequívocamente, Claudia, es una alcaldesa de extracción humilde que tuvo que haber pasado por una dura estrechez económica, quién sabe de cuántos deseos se frustró. Tuvo que haber comprado una pequeña merienda en la tierra del barrio; conocer y ser conocida por vendedores ambulantes y estacionarios; haber escuchado por boca de su madre o de sus amigas historias de maltratos a las mujeres, de muertes de niños por desnutrición, de jóvenes asesinados por policías.

Seguramente gozó de las fiestas de su comunidad, donde aprendió a bailar, a hablar en voz alta, a expresarse de esa manera descontrolada y altanera que la caracteriza, dándole un viso de progresista ante las injusticias sociales que se empeñaba en denunciar desde su época de líder estudiantil con el movimiento de la Séptima papeleta que dio impulso a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. Ahí inició su carrera política.

Una persona tan significativa como su madre, pero muy diferente a ella en su concepción de la vida y que sería determinante para lo que hoy es Claudia López, es Enrique Peñalosa, su profesor en la Universidad del Externado, el que sería alcalde de Bogotá años después y, ella, la alcaldesa que lo sucedería en el segundo mandato. Claudia, hizo parte de la campaña de su profesor y él la nombró directora de Acción comunal y alcaldesa local de Santa Fe.

Teniendo como base a esas dos figuras tan importantes para Claudia, su madre y su ex profesor y mentor, comienza a coger forma la dinámica interna del psiquismo de la alcaldesa que explicaría una primera etapa política reivindicativa en favor de los oprimidos, en contra de la corrupción a través de leyes cuando fue senadora que amparaban al servicio doméstico, al grado de los jóvenes sin libreta militar, hasta ser promotora a ultranza de la Lucha Anticorrupción donde se nota la huella ética que pudo dejarle su madre. Fue por esa trayectoria que el pueblo la eligió; pueblo al que traiciona en una segunda etapa de su carrera política ya en el ejercicio como alcaldesa.

Segundo momento donde es evidente que Claudia cambia de sujeto inspirador para su vida, ya no es su madre la figura, es Enrique Peñalosa. Tanto, que Claudia se ha vuelto contra todos los sectores de su antiguo barrio de Ciudad Bolívar los vendedores ambulantes a quienes tantas veces les compró de colegial, las madres sin hogar, los niños sin protección. Enrique Peñalosa es para Claudia una figura de autoridad paterna, a quien obedece porque quiere parecérsele como figura masculina y porque, sueña que la arribará a una clase social superior a la de sus orígenes.

Es evidente que nunca se sintió orgullosa de su cuna, de su madre como maestra; de Nayibe como su segundo nombre; de su colegio como casa; de Ciudad Bolívar como su barrio lleno de pobreza. Fue mentira, fue marketing, fue pose la supuesta satisfacción con su vida familiar. Ni el amor de su madre ni los estudios políticos sanaron el sentimiento de inferioridad que padeció cuando niña que en el presente se evidencia como un complejo no resuelto por la manera cruel como ejerce el poder contra la gente pobre que es de donde ella viene. Los odia porque son el reflejo de lo que ella fue. Ha sentido vergüenza de su mundo de infancia y juventud.

En esa lucha de su mundo interno, Claudia, al cambiar de modelo ético dejó de oír la voz de su madre para escuchar la de Peñalosa. Decidió parecerse a la peor parte masculina del anterior alcalde, empezó a ser déspota, desalmada, pretenciosa, ruin y egoísta. Por eso no escuchó al joven vendedor de perros calientes y lo mandó arrestar porque le contestó, mucho más educado que ella, pero, le contestó; por eso desaloja a madres con sus hijos en plena pandemia; por eso destruye los humedales porque necesita hacer méritos ante Peñalosa que, de alguna manera, la habrá convencido que el tiempo es hoy para que ella disfrute de todo lo que no pudo cuando niña. Entonces, mira a los pobres allá, detrás, lejos de ella y de manera distorsionada ya no los ve como humanos sino como cosas que no sienten, como cosas que usó para salir de su miseria, para subir a un estrato seis, enceguecida por el poder.


Pobre, Claudia López, más pobre que los vendedores estacionarios, que las mujeres en sus cambuches, que los niños a quienes maltrata, que los humedales que aniquila porque, ella, que se doctoró gracias al dinero público y que no fue capaz de devolverle a la vida esos dones, vivirá acomplejada porque los conflictos emocionales como cualquier otro nunca se resuelven dándoles la espalda. Su madre siempre será una humilde maestra de escuela y su padre un campesino digno de no ser mostrado y, Enrique Peñalosa o, quien lo represente, con la misma frialdad con que echó cemento sobre la ciudad, algún día le echará a ella en cara, cuál es su origen, humillándola cruelmente como ella humilla a su gente.

 

Referencias
https://conexioncapital.co/la-historia-de-claudia-lopez-alcaldesa-de-bogota-2020-2023/

https://bibliotecadigital.ccb.org.co/bitstream/handle/11520/2883/6227_perfil_economico_engativa.pdf?sequence=1&isAllowed=y#:~:text=Engativ%C3%A1%20es%20la%20novena%20localidad,(3.588%20hect%C3%A1reas%20(ha.)&text=En%20Engativ%C3%A1%20predomina%20la%20clase,predios%20son%20de%20estrato%203.

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