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Duque, ¿sigue pensando en Venezuela?

Duque, ¿sigue pensando en Venezuela?
Imagen de supuestonegado.com


Mientras el país soporta su peor crisis económica y social, el Gobierno pretende despilfarrar los recursos públicos en aviones de combate, inútiles para enfrentar la situación interna pero adecuados para un conflicto internacional

Por: Alberto Acevedo

Un rechazo generalizado entre los sectores progresistas y de izquierda, y enorme expectativa entre el vecindario en América Latina causó el anuncio hecho por distintos medios de comunicación, como la revista Semana y el portal Las 2Orillas, entre otros, en relación a la disposición del gobierno de Iván Duque de invertir 14 billones de pesos del presupuesto nacional para la compra de 24 aviones de guerra internacional F-16 que, según los críticos, “el país no necesita”.

Los argumentos del gobierno se basan en que Colombia necesita renovar sus capacidades estratégicas. Que es inminente renovar la actual flotilla de aviones Kfir israelíes, que ya cumplieron su ciclo de 30 años de uso. Al dar la noticia, se indicó que Estados Unidos intermediaría en la compra. Esto quiere decir que lo más probable es que el vendedor sea una empresa norteamericana. De hecho, en el congreso de ese país cursa una disposición, autorizando la venta del sofisticado arsenal a Colombia.

Ante el anuncio, el exministro de Defensa y exembajador de Colombia en Estados Unidos, Gabriel Silva Luján, dijo que ciertamente el país necesita renovar sus capacidades estratégicas, pero no se trata de una necesidad inminente en la actual crisis fiscal. En un país que está incrementando el IVA, los impuestos. El anuncio es una equivocación frente a las relaciones con Venezuela, que ha desescalado su retórica y que enfrenta sus propias dificultades económicas. Hay otras formas de actualizarse, en momentos de una enorme crisis fiscal como la que padecemos, puntualizó el exministro.



El país tiene otras necesidades

Un coro de voces entre sectores democráticos, se oyó en el mismo sentido. El senador Gustavo Petro, en un trino, calificó el anuncio como “el máximo grado de irresponsabilidad para un gobernante”, ya que el país se encuentra en medio de una crisis. El país “no puede aplaudir que no se usen los recursos para salvar vidas, y sí para bombardear niños”, indicó el líder político, haciendo alusión a los recientes bombardeos ordenados por el gobierno en una región selvática del Caquetá.

El senador indígena Feliciano Valencia cuestionó la necesidad de renovar la flota aérea: “Con baja popularidad y tensas relaciones con Venezuela, es un argumento electoral”. El senador Jorge Enrique Robledo dijo por su parte: “en medio del desempleo y la quiebra de la pandemia” es un “malgasto”. Lamentó en su mensaje la inversión de “14 billones de pesos en 24 aviones de guerra internacional que Colombia no necesita. Y hacerlo cuando hay tantas verdaderas necesidades que sí necesitan esa plata”.

Katherine Miranda, representante a la Cámara por el Partido Verde, fustigó: “Con el desempleo en las nubes y miles de micros y medianas empresas quebradas, Iván Duque gasta 14 billones de pesos en 24 aviones para guerra internacional. También la senadora Sandra Ramírez se preguntó de qué bolsillo va a salir la plata: “Póngale la firma, del bolsillo de los pobres, a quienes ahora les aplicarán el incremento del IVA. ¡Las jugaditas del Gobierno!” El senador Gustavo Bolívar se refirió a “la puntada final de un régimen decadente, incapaz de leer el país”.



Más costoso que sofisticado

De acuerdo con las informaciones que se conocen, el modelo más acreditado, para reemplazar la flotilla de aeronaves israelíes es el F-16, de fabricación norteamericana, apodado “The Figthting Falcon” (el halcón guerrero), presentado por los medios de comunicación como un avión de guerra de última generación. Y a pesar de que se le considera como un producto estrella del arsenal de guerra norteamericano, el Pentágono ya no lo incorpora a su fuerza de combate.

La producción del F-16, que asciende a 4.600 aparatos, se destina por completo a surtir a al menos 27 ejércitos del mundo, y ahora el colombiano. Se sabe que el avión alcanza una velocidad máxima de 2.121 kilómetros por hora y una autonomía de vuelo de 4.270 kilómetros a la redonda. La pregunta que surge en este momento del relato es: ¿Un aparato de tal tecnología va a ser adquirido para perseguir y bombardear a ‘Los Caparrapos’? ¿O para sacar de su escondite y eliminar a Gentil Duarte?

No nos digamos mentiras. Como lo señalan acertadamente los trinos de varios parlamentarios, arriba citados, es un arma de guerra internacional, para conflictos allende las fronteras. Y considerando el odio visceral que el presidente Duque y el uribismo albergan contra el gobierno bolivariano de Venezuela, el arsenal apunta al país hermano.


No atizar la guerra

En un contexto internacional, no hay que olvidar que estaba fresca aún la tinta de las firmas del Acuerdo de Paz en La Habana, cuando desde el Pentágono norteamericano y desde el Comando Sur de la Armada de ese país, se trazaron estrategias para que Colombia se comprometiera con la OTAN y este organismo de cooperación militar entre las grandes potencias occidentales consiguiera apropiarse de la experiencia de 60 años de guerra contrainsurgente del ejército colombiano. Una experiencia útil, si se enrolaba en conflictos internacionales, o servía de caballo den Troya en conflictos regionales, como el que Washington tiene planteado con Venezuela. En uno u otro caso, el ejército colombiano terminaba siendo una fuerza mercenaria al servicio de los Estados Unidos

Colombia tiene una gran fuerza aérea, que se sitúa entre las mejores y de más alta capacidad de combate de la región. La componen 270 aeronaves militares. Entre ellas están los aviones de combate, de reconocimiento, de inteligencia, de patrullaje marítimo, de entrenamiento, transporte y helicópteros militares. Incluso de precia de tener un avión supersónico IAI Kfir, de fabricación israelí.

Aun así, el presidente Duque se empeña en el gran negociado del siglo, comprando un lote de aviones F-16 a un costo total de 14 billones de pesos, los que no tuvo, para contener la pandemia, ni para pagarles el salario a los médicos y enfermeras, ni para la renta básica a los sectores más perjudicados por la pandemia, ni tampoco para refinanciar los compromisos emanados del proceso de paz de La Habana. Como lo insinúa la nota editorial de esta edición, corresponderá a los sectores progresistas y populares estar atentos e impedir, al menos por ahora, que se derroche una fortuna en un arsenal de guerra, para caldear aún más el escenario con nuestros vecinos.



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