Vera Farmiga tiene más protagonismo como Lorraine Warren, enfrentándose directamente a los espíritus malignos que viven en esta casa de Enfield donde (en la vida real) ocurrieron los terribles sucesos que narra la película. La dinámica de los sustos sigue siendo la misma pero funciona y la intensidad de la interpretación de los más jóvenes provoca un malestar continuo. Esta experiencia traumatizó a Lorraine y puede que haga lo mismo con los espectadores.