Apenas y se corta la niebla a tu paso, tus ojos no son capaces de divisar más allá de unos cuantos metros adelante y poco a poco, tu paso se torna tambaleante. SÃ, sabes que vas en compañÃa de otros, pero ¿de verdad la soledad te ha dejado ir sin pedir nada a cambio? Parece un sueño, pero sabes que en cualquier momento volverás la cara y estarás en la pesadilla de siempre; mientras caminas todavÃa, trastabillando, te percatas de un puente a tus pies y de cómo el frÃo proveniente del horizonte entra por todos tus poros.
Una gota de sudor, frÃa también, recorre tu frente y sabes que las ansias guardadas durante todos estos años emanan de cualquier parte del cuerpo, la desesperación se apodera de cada segundo y pensamiento, la existencia se desdobla y en cada parpadeo se torna más y más insoportable. En ese silencio que no te permite arrojar ninguna palabra al viento, sólo percibes cómo un profundo y lastimero grito atraviesa tu cuerpo de golpe. Finalmente te percatas de lo que sucede, estás en el cuadro más famoso de Edvard Munch: “El Grito”.
Esta pintura, visitada y revisitada una y otra vez a lo largo del tiempo, es una de las obras artÃsticas más reconocidas del movimiento expresionista alemán, pero lo que pocos hemos considerado, es una inserción a la voz escandinava que perteneció y a partir de la cual se retrató el sentir humano a inicios del siglo XIX y principios del XX. Artistas que con una marcada preocupación por la existencia y sus problemas fundamentales dotaron al pintar de colores y formas caracterÃsticas de la reflexión.
Bastante de lo que se identificó como parte de la identidad del arte escandinavo, según especialistas, procede desde aquello llamado como la Edad de Oro, rastreable desde finales del siglo XVIII y que marcarÃa el rumbo estilÃstico y conceptual de lo que vendrÃa después en el trabajo pictórico. Nikolai Abildgaard es un artista clasificado neoclásico y usualmente comparado con el maestro renacentista Rafael, quien fue uno de los personajes que marcó la lÃnea tendiente a la oscuridad y a los monstruos de nuestro subconsciente.
Con otra perspectiva del mundo, también apareció Johan Christian Dahl, un paisajista de corte romántico que dedicó su producción a la belleza silvestre y un tanto melancólica de Noruega, una visión quizá no situada en las sombras, pero sà en un triste reflexión de la vida en esos pequeños detalles que son capaces de sacar una lágrima o dos.
Thomas Fearnly igualmente es un noruego que logró capturar la sublimidad apabullante de lo dado y lo construido en nuestra existencia con ese matiz nostálgico, casi deprimente, que dio personalidad a la pintura escandinava como exponente de lo abrumado.
Posteriormente a la aparición de estos genios, se vio el nacimiento de la Colonia de Skagen, un grupo de artistas que lograron la conjunción perfecta entre el ojo naturalista y el pensamiento impresionista de la época, con esa alma desolada que pintó de tristeza el planeta Tierra. Entre sus máximos exponentes podemos mencionar a Severin Kroyer y a Michael Ancher.
Akseli Gallen-Kallela es otro nombre digno de mención cuando de ilustración e imaginación tenebrosas se trata; su combinación de elementos expresionistas, románticos, simbolistas y naturalistas se ven en muchos de esos escenarios nublados y escabrosos de la tierra escandinava.
Dirigiendo nuestra mirada a Suecia podemos encontrarnos con Anders Zorn, un artista que, influenciado por Velázquez como muchos de sus coetáneos, jugó con el movimiento de la luz y sus personajes para crear imágenes casi fantasmagóricas de lo humano.
En ese suelo también podemos ubicar al Grupo de Halmstad, colectivo netamente artÃstico del siglo XX, caracterizado por su intento vanguardista de quebrar las lÃneas divisorias entre el Postcubismo y el Constructivismo en esa lid disruptiva y quebrantadora del pensamiento gris.
Finalmente, el Grupo de Escania es un sector artÃstico de la Suecia del siglo pasado, el cual intentó dar otra dirección a lo que usualmente se consideraba como surrealista, otorgando una faz mayormente sombrÃa o demoniacamente introspectiva a comparación del movimiento francés. Max Walter Svanberg podrÃa ser pensado como el exponente más alto de dicha vanguardia que no gozó una gloria tan grande como la alcanzada por Dalà o Breton.
Artistas omitidos por la historia y el relato universal de la creación humana hay muchos, sobre todo cuando se trata de artistas provenientes de tierras que nos suenan extrañas o lejanas, pero estos, comenzando por el mismo Munch, quien suele reducirse a un grito desolador, hasta los aquà arriba mencionados, son muestra de que aquello que nos fascina en el mundo neblinoso, sobrenatural y nostálgico tiene más firmas de las que solÃamos pensar.